Muerta y renacida varias veces bajo la maraña de los pinos
anduve en el camino de las brujas,
descalza, aspirando
la palabra azul de las frutillas.
Escuché las voces de la herrumbre y de los muertos
que andaban por los huecos de la noche, traspasados
por el crujir perpetuo de la piedra.
Los coros estelares se alargaron, lo mismo
que los presagios de octubre
conocieron las edades
escritas en los brazos de los saucos.
En los claros, otras veces, frente a alguna hoguera,
danza enfurecida en la sordidez del bosque.
El tiempo se andaba en secreto.
Desdoblado meridiano,
se llevó las rotaciones a la boca
y escupió tres puntos suspensivos.
En ese sistema del mundo eran los días
de un violeta negro color baya silvestre.
Luego volví a casa
con alguna sombra aferrada a mis tobillos
y cuando se apagó la última luz,
supe que morir es la mecánica del fuego.
Adelaida Caballero-