¡Ven,
como a Lázaro, resucítame!
Despierta este laberinto
que circunda viejas cicatrices,
atraviesa mi sangre y úngeme
con manso néctar.
¡Ven…!
No temas a la ciudad que soy,
mis terrazas, mis barrancos.
Envuélveme con tus labios
y aquieta la sed
de tantos octubres.
¡Ven…!
Reposa tu ruego
sobre mi estirpe guerrera,
derrota mi fuego, sálvame.
Gustavo Tisocco-