Son las palabras perdidas,
jirones que caen al vacío,
de esperanzas en un jardín sin rocío,
aromas, ni caminos.
Palabras devaluadas, no significan nada.
Nada que llegue y toque lo profundo.
Nada que salve del olvido.
Se diluye el paisaje interno, que con agudeza,
debe ser, de nuevo, vislumbrado.
Con palabras poderosas que lo llenen de sentido.
Con vientos de certezas destronando lo ficticio,
significando, de otro modo, el entorno desplomado.
La palabra, así recuperada, será encuentro
de uno mismo, resguardo en la tormenta.
Anhelado espacio, que en tus manos dé otro giro.
Graciela Di Laudo-