Está ahí
en el justo intervalo del tiempo
que separa una palabra de otra palabra.
En las herramientas
con que los obreros descargan su angustia
y a la vez ganan el pan
de una nueva jornada.
Es como la vida
que comienza en esa extraña conjunción
de placenta, gritos y lágrimas
y también el sortilegio
del cansancio y dolor
al despedir a quien nos deja sus alas.
Surge de pronto en los adolescentes
y parece que se instala y se adueña de sus ganas.
A menudo los hombres se olvidan
pero siempre renace,
como la primavera,
en un mágico idilio que nunca se acaba.
Es la semilla que germina
entre la gota de lluvia y el sudor de la espalda
es el metal que subyuga al minero,
el humo en las chimeneas de una fábrica.
Recorre el camino de las amapolas
pero también el de las sombras derramadas.
Desciende hasta la esencia de la noche
Para volver hecha luz en ascensión cotidiana.
Es el pan. La raíz del pan. La savia
que a veces fermenta como una cascada…
Eso es la Paz.
Ana María García Barbará-