Estoy reflexionando al paso de los años
en aquellos momentos gratos o sombríos
que he tenido en mi vida y que no los olvido
porque los llevo dentro y porque ellos son míos.
Mi niñez fue feliz, mi familia muy unida
ni la lluvia ni el viento la podía opacar
saltábamos, jugábamos los hermanos y primos
cuidando que a la abuela no pudiera dañar.
Poco a poco ese tiempo, el que nunca perdona,
fue llevándose troncos, raíces entrañables
de quienes engendramos cariños y bondades
y nos hicieron fuertes, muy puros y admirables.
Han pasado los años y estamos separados
la vida, la implacable, con su enigma inminente,
ha dejado añoranzas, deseos de encontrarse,
y ha hecho que nos falten definitivamente.
María Luisa Fernández-
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