No puedo esperar una iluminación,
para ver claras las fichas del tablero,
el tiempo pasa y me atormenta,
no paro de revisar
las columnas de un periódico,
algo me tiene que arrancar una sonrisa,
el sol es un bollo de fuego,
un buñuelo aceitoso
que se escapa del cielo,
yo soy un príncipe
devenido en sapo de otro pozo,
un pastor de corderos negros,
una perla que flota en esta mierda
y nadie se atreve a tocar,
así salgo a caminar,
con mi dedo alerta
de cualquier llaga,
consciente del punto débil
de los demás,
de los cascarones de hierro
donde habitan pollitos mojados,
ignorantes y temerosos
de la felicidad,
ciegos con el corazón encandilado,
mutantes con cabezas de pescados,
será éste el paraíso que dios soñó,
artificial como la luz tenue de un living
y el televisor,
qué poco sabor
para mi paladar adiestrado,
que asco de guiso pasado,
voy a necesitar más de un trago
para soportarlo.
Martín Ojeda-