Desplaza su vivir y con designio calmo
comprende su pasado y hasta mide y admite
la razón de los años y rehace un instante.
También atiende a su alma y decidido aleja
por un momento el cuerpo pero después lo amarra.
Confía en su mirada porque también lo invade
aquello que lo ubica enfrentado a un dilema.
Y advierte que ya no es más un zafio caminante
y acepta los motivos de cuanto aún adviene.
Tiene sus manos limpias y todavía escucha
latir su corazón y ello mismo lo asombra.
Retarda luego el paso para otra vez hablarse.
Julio Bepré-