Sueños verosímiles
vinieron y era necesario.
Lo supe desde que los vi venir,
luego todo el mundo lo entendió,
(eso creo)
y reconcilié cada poema escrito.
Caminé pueblos. Vi como su gente
daba abrazos germinales.
Desandé a la mujer,
no puse pausa a ese abordaje,
ni despeiné la tarde en su tela.
Pensé si algunos sabían de manos sueltas,
sosteniendo, ese recién nacido paraíso
de manuscritos apasionados.
Del libro de la autora: Horas de arena
Raquel Piñeiro Mongiello-