Yo asumí con mi crónica paciencia
sin una sola queja de mi suerte,
la inmensa desventura de no verte,
el tremendo vacío de tu ausencia;
hallar en un vestigio de elocuencia
la razón esencial de no tenerte,
en el recio rolar en que perderte
era un simple destino; coincidencia
en que juntas rotaban la demencia,
un tamiz de nefasta providencia
en la cósmica prez de mi delirio;
me llamaba, de pronto, la imprudencia,
yo preferí el recuerdo, la turgencia
de tu pecho flotando sobre un lirio.
Más no puedo escapar de este martirio.
Del libro Mazorcas adultas
Rodolfo Leiro-