Cuanto me costó aceptar tu partida.
Cuando hablábamos de la muerte yo te decía que no valía la pena ir al campo santo un día de cumpleaños. Pero aquí estoy, con tus rosas preferidas para comunicarnos en silencio.
Perdón por tanto llanto, por no saber aceptar tu despedida.
Hoy cumplirías cien años, a casi cinco de tu partida. Te fuiste tal vez cansada de luchar con los dolores. De sonreír día a día, de responder a los besos y caricias que los tuyos te brindábamos y tú estoicamente sabias corresponder aunque el cuerpo y el alma sufrían una agonía.
Hoy me sentí en paz, vi más hermoso que nunca tu lugar de descanso.
Las flores que sembramos en tu entorno, que solo las escasas lluvias se encargan de regar crecen con gran energía, seguramente la que tú le trasmites.
El sol acudió radiante a los festejos, pues siempre fue tu compañero, el que en cada ocasión entibió tu frágil cuerpo.
Las flores parecían entonarte la canción de feliz cumpleaños mientras enormes abejorros aterciopelados de brillantes colores negro y amarillo, bebían su néctar, como tantas veces bebimos a tu lado el néctar del amor y sabiduría.
Gracias madre, hoy no es un cumpleaños triste, pues al fin comprendí que el cielo te esperaba para conseguir la paz eterna.
Nori Williams-