Vi un arlequín
que hace bailar a los monos,
un brujo intelectual
capaz de desmenuzar su corazón,
un sensible
que está más allá del dolor,
un ángel del infierno
que acaricia las cuerdas de su arpa,
un mago de conejos negros
y palomas blancas,
un virtuoso en lo suyo,
el arte de la disciplina
en carne viva,
uno que soñó, despertó
y siguió soñando,
un hippie afortunado,
que está del otro lado del charco,
un tímido desequilibrado,
ningún improvisado,
tiene todo calculado,
sincronizado,
suena como alarma de reloj adelantado,
un visionario,
un hijo de puta arriba del escenario,
un zarpado,
uno que tiene el don del trabajo,
uno que va con sus andrajos
y tres perros flacos,
un escapulario,
un viento fuerte,
un tornado,
un exquisito,
que juega con la luna
como un gato,
un aire que aturde los oídos,
como un silencio extraordinario.
Martín Ojeda-