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El efecto sofístico

El efecto sofístico

Los sofistas, los «maestros de Grecia» de quienes habla Hegel, son profesionales del lenguaje, maestros en el arte de persuadir a los jueces, de volcar la opinión en una asamblea, de instruir en la democracia. Hacen obra política, cuando la filosofía quiere hacer obra de conocimiento. Platón, que hace del sofista el alter ego negativo del filósofo, lo excluye del campo de la verdad. Aristóteles va aún más allá, pues lo desaloja de la dimensión del sentido y, directamente, del número de los seres humanos.
En el fondo de esta confrontación polémica hay dos concepciones del logos, opuestas entre sí: por un lado, la ontología, a lo largo de una línea que va de Parménides a Heidegger, y para la cual se trata de decir lo que es; por el otro, la logología, de los sofistas a Lacan, para la cual el ser no es otra cosa que un efecto del decir. En la Atenas de Pericles, la primera sofística desplaza el plano del discurso de lo físico a lo político, y se instala a justo título en esa polis que es un producto del arte logológico del consenso. En la Roma imperial, la segunda sofística lleva la retórica hacia la novela y, por lo tanto, hacia un lenguaje productor de mundo, y pasa así de la filosofía a la literatura.
En El efecto sofístico, Barbara Cassin transforma la percepción tradicional de la Antigüedad y de las relaciones entre ésta y la Modernidad: su propuesta es la de una historia sofística de la filosofía. (Fondo de Cultura Económica)

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