Cada día necesitaba más sangre
para satisfacer todos mis malditos instintos,
inevitable enfermedad de morir
por mis propios deseos y pasiones,
que sobre todo destruyen.
Destruyen dando a luz
la vida sin una gotita del racionalismo
que no sabe qué es.
Cada día esperaba que viniera,
con desesperación y rencor.
Pero nunca en mi vida lo he visto.
Sigo esperando a no sé qué o quién.
Anna Banasiak-