No hay donde volver,
ni a quién encontrar.
El tiempo implacable
descubre un
escenario desconocido
con relatos lejanos,
de extraños personajes, sin rostros
ni historias en común.
No tiñen de vida los días,
ni calman con caricias
momentos dolorosos.
Perdido está el sentido,
lo cotidiano, el encuentro tibio,
el paisaje que constituye.
No hay ya donde volver.
Hacia adelante, los pasos,
se encaminan.
Trueque constante donde
el entorno es éste y la historia
la que ahora se despliega.
El hoy destierra lo vivido y
en cada respiro grita su presencia.
Graciela Di Laudo-