La ausencia lo cambia todo
el modo de sentarse frente a la mesa,
la luz de la lámpara que viene de noche,
el aliento y la memoria.
La ausencia enloda el reloj de arena
somos la misma imagen diciendo adiós inagotablemente,
y el corazón se vuelve una azotea
y la azotea un insomnio.
La casa isla sin presentimientos,
nos cambia de sitio la ternura y la extraviamos.
Lo cambia toda la ausencia,
enfurecidos prendemos fuego a las últimas flores de la esperanza,
a las letras que el amor guardó,
al cuerpo inasible arrullando vacío.
Todo lo cambia la ausencia
esa pequeña eternidad donde ya nadie duerme, solo recuerda.
De La física de la orfandad
Denisse Buendía Castañeda-