Vagan las almas por las tempestades
acariciando hijos aún despiertos,
tratando de dictarles los aciertos
para que perpetúen las verdades.
Se mezclan con sus cuerpos en mitades
y les hablan consejos, por ser muertos,
en susurros sin voces cual conciertos
de cuerdas que no tensan ansiedades.
Se recrean e invaden en invierno
con mensajes que traen de lo eterno,
y complacen pedidos terrenales.
Misteriosos emigran al olvido,
por cumplir con el pacto prometido,
sin por eso erigirse en inmortales.
Laura Beatriz Chiesa-