Techos de zinc cantaban
y caían gotas
como estrellas efímeras:
en la mesa de madera,
la manteca y el pan como ofrendas,
allí donde mamá labraba mi destino,
allí donde me ataban
las palabras a los labios
y aprendía a callar.
Mientras la tarde
se volvía azul en las glicinas,
alegre en las burbujas tornasol,
jugaba y aprendía a callar,
a guardar las palabras
para otras horas,
otras claridades;
las palabras dormían
oscurecidas,
trizadas como pétalos de fuego,
para retornar como la lluvia,
como la tierra mojada
en otro espacio,
en otro tiempo,
esperando el poema.
Elena Caricati Pennella-