Un silencio espectral
se astilla en América.
Las vísceras de una raza
palpitan y emanan
el vaho del holocausto
que se eleva,
corre por los Andes,
por las selvas
y por los llanos
con mueca misérrima.
Un mutismo doliente
que nos grita
por la esfumada realeza
de crenchas
y plumas caciquejas
se mezcla
con el llanto silente
del peñí
desgajado por el tiempo,
aborto de América.
Y él, el indio,
¡pobre aborigen de esta tierra!
indio sin quipu
ni letras
va rogando al huinca
que lo dejó sin sol,
sin diadema
y lo enredó
en los sopores
del alcohol y la pobreza;
un mendrugo de pan
para calmar
su angustia vieja.
Hilda Augusta Schiavoni-