No siempre las palabras
están a la altura de los pensamientos,
ni el temor se condice con las premoniciones.
La casa que ayer nos dijo hasta mañana
no sabe si alguna vez volverá a cobijarnos.
El abrigo que lucíamos en la ciudad
se volvió tontamente pomposo en estas soledades.
Sólo me resta decir que los fusiles están descargados
mi coronel
y que las dagas no tienen filo.
Las feroces escuadras enemigas que venían a matarnos
no lo harán
son simples soldados involuntarios, mi coronel,
asustados
como nosotros.
Rogelio Ramos Signes-