No quiero cantar y se me hacen sangre las palabras
y brotan obstinadas como una vena abierta
encharcando el silencio de la tarde que espera
un tren, una odisea o el fragor de mis gritos.
No quiero cantar pero mis voces no se apagan
y siguen derramando susurros delirantes
hacia el cielo indiferente del crepúsculo.
Mas en las estaciones abandonadas no hay certezas;
tan sólo ausencias
oquedades
recuerdos de miradas
vagos gestos de adiós como una llaga en la memoria
un vértigo de trenes perdiéndose en la noche…
Sólo la estación desierta
una voz aletargada entre mis labios
y el eco atroz que no puede escucharse.
Sergio Barao Llop-