Los pies de la bailarina no tienen casa
si no es la habitación del aire.
En el aire el día acaba
y el fuego se extiende
hacia noches interminables;
noches para rodar
sobre duelas y risas
o sobre mantos de duelo
a través de la tormenta y del trueno.
Contradicciones de la anatomía:
los pies calzados de nubes precipitan
la lluvia por las mañanas.
Alados, saludan al sol,
derretidos en su corporeidad de caballos.
Tienen rostros de animales
hechos de madera
o de barro improvisado.
Los pies son cisnes
cuyo plumaje se enloda
en el agua verde del lago.
Se sostienen en el filo del viento,
mentirosos,
como Hermes o como Pegaso.
Alguna vez quisieron volver a la tierra,
pero los aplausos
—al final de las funciones de gala—
los mantuvieron en el aire
—como a esas moscas que ya no
se atreven a volver
a los cuerpos despiertos—.
Del libro Anatomía del artista
Ricardo Ariza-