Aquél, el de una flor en la solapa
el de sombrero, dril y guayabera;
el de polaina y capa, ya no está.
Voló o se enterró, según se crea,
dejó la capa en tierra y sobre ella
un racimo de hijos
que intentaron volar y no volaron.
La del vientre abultado por los partos, no lloró.
Lo vio tragar la tierra y encuevarse, y no lloró.
Él, le había agotado el llanto.
Ella, festejó el adiós.
Miguel Crispín Sotomayor-