Sabe que los quiere pero siempre tiene dudas. Duda de la madre, duda de la hija y en el hecho de dudar se recompone. Cada vez que se levanta, pone en duda sus dudas anteriores. Convierte el ayer en el mañana y el paso silencioso de las horas en un viejo reloj que no funciona. Instala en su familia el cuerpo de la duda. Entre todos lo alimentan y lo engordan. Lo vuelven tan incómodo y pesado que empiezan a dudar de sus propias intenciones.
Horacio Laitano-