Eran las diez de una mañana de sol oscura luminosa
cuando bombardeaban los cerros.
Tan sólo azul dibujando el viento mejillas brazos manos
daban ganas de vivir.
Había seguramente perfume de azahares en el aire
y cuando en Tucumán florecen los azahares
rincones calles hasta la apretada selva se inunda con su fragancia
que se enreda con los olores de jazmines del pedemonte.
En mi casa la Gloria Dei de mamá
extendía a lo largo de sus tallos
metralla de rosas encadenadas
a veces amarillentas a veces rosadas.
Posiblemente era también época de molienda
y sobrevolaba con los aviones el aroma de la miel de caña
y quemaban en los surcos las malhojas
y sobrevolaba con los aviones la negra ceniza
penetrando por los resquicios de las casas
junto con el sonido de las explosiones
ensuciando los frontis los patios interiores
con madreselvas y parras reverdecidas
en la pura promesa de la uva mato
las sogadas de ropas recién tendidas.
Pero pese a la ceniza ese día Tucumán realmente era
-como alguien dijo- el Jardín de la República.
Norah Scarpa Filsinger-