yo misma
te puse un diploma
de verdugo en las manos
y después me interné
por la frente helada
de tu voz
como si fuera una autómata
una aprendiz alerta
a tu menor pronunciación
después
llovió durante noches
y hubo monstruos fabulosos
y un primer plano sin respuesta
a orillas del odio
y todo eso ocurría
en el hogar común
de las palabras
a orillas de un río tenebroso
«por favor
nada de angustias»
María Negroni-