Poemas

El cuerpo en el alba

Ahora sí que ya os miro

cielo, tierra, sol, piedra,

como si viera mi propia carne.

 

Ya sólo me faltábais en ella

para verme completo,

hombre entero en el mundo

y padre sin semilla

de la presencia hermosa del futuro.

 

Antes, el alma vi nacer

y acudí a salvarla,

fiel tutor perseguido y doloroso,

pero siempre seguro

de mi mano y su aviso.

 

Ayudé a la hermosura

y a su felicidad,

aunque nunca dudé que traicionaba

al maestro, al discípulo,

más, si aquel daba forma

en su libertad

al pensamiento de lo bello.

 

Y así vistió su ropa

mi hueso madurado,

tan lleno de dolor y de negrura

como noche nublada

sin perfume de flor,

sin lluvia y sin silencio…

 

Solo el cumplir mi paso,

aunque por suelo tan arisco,

me daba luz y fuerza en el vivir.

 

 

 

 

 

Mas hoy me abrís los brazos,

cielo, tierra, sol, piedra,

igual que presentí de niño

que iba a ser la verdad bajo lo eterno.

 

Hoy siento que mi lengua

confunde su saliva

con la gota más tierna del rocío

y prolonga sus tactos

fuera de mí, en la yerba

o en la obscura raíz secreta y húmeda.

 

Miro mi pensamiento

llegarme lento como un agua,

no sé desde qué lluvia o lago

o profundas arenas

de fuentes que palpitan

bajo mi corazón ya sostenido por la roca del monte.

 

Hoy sí, mi piel existe,

mas no ya como límite

que antes me perseguía,

sino también como vosotros mismos,

cielo hermoso y azul,

tierra tendida…

 

Ya soy Todo: Unidad

de un cuerpo verdadero.

De ese cuerpo que Dios llamo su cuerpo

y hoy empieza a asentirse

a, sin muerte ni vida, como rosa en presencia constante

De su verbo acabado y en olvido

De lo que antes pensó aun sin llamarlo

Y temió ser: Demonio de la Nada.

 

Emilio Prados-

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