Una quietud.
Delirio de aquel que se prepara
y vuelve resucitando
al tercer día de haber nacido.
Seremos la llave
con la cual anunciarnos sin prontos abismos
con el acto de la candela listo
por si vuelven a fallar las profecías
que nos cumplen como dagas.
Una quietud.
Y decimos una,
porque quietudes es como masticar feroces espantos
Pero esa…
A esa siempre dijimos vencerla en el encuentro.
Guillermo Acuña-