Durar, guardado por el dios.
Ese improbable ejercicio,
ese alzamiento pules en la nocturna
desaparición.
En el poema duras. De su verdad
artificiosa extraes lo mínimo,
lo que alcanza para cruzar
de un amanecer a otro.
No amas, no amaste
el salto de la alegría entre luz y sombra.
No entraba en tu carácter. Leal,
el cielo gastó fuerzas horrendas
en rellenar abismos, cambiar rutas,
órganos, estigmas: el dios te preservó
de muchos males, guardándote
en jaula suficiente.
Mas cerca que muchos mortales
del halo inocente, al poema
lograste llevar tu furia inmóvil
(literalmente fulgor rojo contenido)
Y la humillación, la pedrada en la boca,
lució ante los reyes como escudo:
bestia tan débil solo podía
dar un pelo de sombra.
Pero ese filo hendía
la tierra y desgajaba el monte
con poder y auxilio asentados
en el sueño. (lo real pasaba traslúcido,
fugaz). La mente escindida
creó semillas, esperma
para nutrir más adelante a pequeños videntes.
Para durar. ¿ Hay, se conoce otra huella
probada? Sobre el mundo la mano
arma su prisión, su clave y las palabras
en el papel -personaje-, arrojan pistas
como trozos cedidos a la noche,
mojones fosforescentes en lo negro, comida
y música: tu experiencia se hunde
en la luz anónima de dobles futuros.
Rodolfo Godino-