Mis pies rozan obstinados
la vereda poco amable.
Aprieto los puños
hasta herirme las palmas
mientras el viento
agudiza mi ansiedad.
Voy y vuelvo cien veces,
con la enorme carga de no saber.
Un gato oscuro me espía
desde el rincón
de los malos augurios.
Camino lentamente y me afirmo
en la convicción de lo incierto.
Respiro un Zonda desgastante
apoyada en mi permiso.
La noche cerrada
se lleva el último suspiro.
Pero el sol confirmará
que la Vida ha vuelto.
Cecilia Bigetti-