Ya estaba anciano,
y caminaba lento,
por el paso de sus años,
su espalda estaba curvada
iba, sintiendo el cansancio.
Las piernas no lo acompañaban
como lo hacían antaño,
en su largo caminar,
se habían debilitado.
Su vida se iba extinguiendo
como un cirio ya deshecho
la tristeza lo dominaba,
y le acongojaba el pecho.
Lentas y pausadas, veía pasar las horas
sin nada que le alegrar el alma
sólo el recuerdo latente
de la compañera amada.
Aquella que partió una mañana
fría, lúgubre lejana,
en que el implacable destino
de su lado la alejaba.
Desvelado en sus noches silentes
donde todo es nostalgia y soledad
pensamientos confusos y agitados
vagaban en su intensa oscuridad.
Elizabeth Minvielle Moreno-
Pingback: 20 de enero de 2013 : : Cronica Literaria