Junto a la lámpara que monta guardia en mi velador, estás tú. Las tapas rígidas, negras, sobrias, como corresponde a un buen predicador, pasan inadvertidas entre la fauna brillante y los caracteres multicolores de tus compañeros que, esta noche, se disputan mi atención, pretendiendo acompañarme, o poniendo fin a mi desvelo.
Me emociona tu sencillez, tu incondicional compañía.
Disfruto la frase amable y la metáfora que florece escondida entre tus finas hojas. Mis dedos ágiles, de tacto sensible las recorren en busca del consejo oportuno, el ejemplo claro; el consuelo.
¡Eres mi amigo!
¡Eres mi consejero!
Eres el escultor que, cada noche, esculpe mi espíritu y mi intelecto.
Eres… “el libro”¡entre los libros!
Palmenia San Martín-