Cuando la tarde cae parece que alguien llora.
Suena a lo lejos un barco que se aleja. Bandadas
de palomas regresan con milenario sentido
de orientación, sin trocar rumbos. Comienza así
la misma desazón de cada día: el cuerpo prepara,
músculo a músculo, su alerta para tomar impulso
y dar el salto conque se recibe la noche
y se tienta la vida.
Cando la noche inunda los muros de la casa
y los ladridos anuncian la presencia de extrañas
criaturas que tienen el don de los misterios, se
tornan sigilosos los movimientos si es que avanzas
hacia lúgubres recintos que apenas dibujan las palabras.
Cuando las sombras se adueñan de rincones y
ocultan en el patio helechos, madreselvas,
enredaderas mustias de crujientes hojas y
vuelan mariposas oscuras como el alma que niega
os abrazos, ya no habrá resquicios para el miedo;
llega el otro impulso con el que asaltamos la
mañana que golpea, ¡de pronto!, con esa
fuerza enorme que sólo llega con el alba.
Sereno ofrezco el rostro a la lluvia. Bendigo
el nuevo amanecer que me encuentra en calma.
Fidel Fidalgo Moncada-