Estoy mirando el espejo.
Me devuelve los reflejos
de mi pelo ya entrecano.
Levanto apenas mi mano
y la apoyo con cuidado
en ese rostro asombrado
de mirada entristecida
que, aún sin estar vencida,
guarda auténtica certeza
del tramo final que empieza.
En cada línea atesora
del llanto y gozo las horas…
esas, que van en camino
de lograr un pergamino
sin más mérito que el tiempo
que conduce al fin del cuento
donde se instala una herida!
sentir que se fue la vida
sin vivirla intensamente…
sin saciarme en su vertiente!
Silvia L. de la Cal-