Empieza a frenar el tren,
luego de atravesar como una flecha la noche,
entre música burlona y licores,
en ambientes donde hay
de todas clases de gente,
mujeres ardientes y hombres mirones,
polvos, cigarros y encendedores,
yo soy sólo unos ojos abiertos,
todo lo que tengo es una botella en la mano
y un par de mangos,
lo demás lo llevo en una valija,
donde guardo mis sueños americanos,
el mesero es un gallego
que cada vez que pasa
me llena el vaso,
las luces son rayos que caen sobre la barra,
está todo tan blanco, pálido, fisurado,
mis ojeras son de plástico,
quemado, como arañado,
estoy cansado y un poco malhumorado,
harto,
me voy al carajo,
mejor me voy a dormir.
Martín Ojeda-