Entre sonidos remotos del tiempo
caminando claros senderos del sol
el pueblo mapuche modula silencios
de orfandad presente, de ancestral clamor.
En los rostros graves de pieles gastadas
hay surcos de vientos, nevisca, sudor;
hay tristeza eterna, hay eternos sueños
que el cultrum repica al son del temor.
Extraña presencia perturbo tus días
vestida de blanca y tierna ilusión
manos con caricia y sangre moldearon triunfantes
un nuevo camino de llanto y dolor.
En medio de tanta ignominia vivida
tus dioses altivos rogaron piedad
y justo y clemente, el dios de la vida
un alma sencilla eligió morar.
Su breve estadía en esta, su tierra,
su breve estadía cual simple mortal
llenó de alegría los campos del cielo,
llenó de esperanza a su pueblo natal.
Resonó pletórica de amor su palabra
ruiseñor de la pampas le dieron nombrar
desandando valles y ríos de muerte
su trino de vida inundo el aduar.
Árboles frondosos, cimas majestuosas
siguen cobijando tu arrojo y valor
y en profusa aurora de perenne cielo
muestran que eres hijo de pluma y de sol.
María Isabel Corsaro-
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