Estuve llorando tantas veces
el delicado orgasmo
de las lilas ante tu pudor insumiso
y mi crueldad.
No nacía el perfil de la dicha
ni el andamio se la serenidad
una jornada de sustento remataba el sueño
en el sueño.
Estuve embozada en el monte
para escuchar el acecho de una piedra
al caer y conocer la mano de quien la arrojó
como una serpiente al deslizarse fue mi sigilo.
Pulsé los espejos viendo la rosa de la tarde
espolvorear desde el cielo la fragancia
antigua de los cuerpos que viajan en el tiempo.
Al volver era otra sustancia, amaba el lino tenso
como los instantes eternos, los colibríes, su aleteo
en la rosa china y esa hilera de hormigas
o faraones del fin de la era.
Elena Garritani-