Él está muriendo sobre el tejado
desbastado por el corvo aguilucho.
La gente corre y cruza,
los autos zumban
sobre la calle caliente.
Todo ignora la muerte en el tejado.
El águila huye
con su panza llena;
las plumas blancas,
manchadas de sangre,
revolotean agitadas
por el viento del mar.
Al costado, la vida sigue.
Cecilia Bigetti-