Poemas

El Señor de las seducciones

Me enseñaron que lo esencial no se aprende:

obraron de maestros mi cuna y mis lunas.

Algunas paradojas alumbraron mi sendero:

simular debilidad para construir fortalezas

callar la palabra justa para que otra boca

se complazca en pronunciarla.

Que atribuyan al azar mis colecciones,

que odien en mí lo que en ellos sería pan de vida;

sólo el tiempo podrá mitigarme, única ley

a la que debo someterme, igual a los iguales.

Mientras tanto, a quien me desprecia, admito:

la razón está de su parte, Salamanca no presta.

Todo don es gratuito.

 

Mariano Shifman-

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