Creo que fue en Nínive
donde dejé de olvido
un collar de piedras mágicas
que aún te debo de regalo
Lo robé una noche
a una sacerdotisa de Assur
con quien tuve amores
un verano
Desde entonces
vago sin cesar por el Tiempo
saltando edades
deteniéndome en las horas
tranquilas
de las siestas campesinas
para aspirar
en un voluptuoso
murmullo de hierba
el sentido de la brisa
De pronto atravieso comarcas
como un viento fresco
cabalgando
delfines astrales
Desciendo
interminables escaleras azules
que llevan hacia el vértice
de lujuriosos túneles
Subo trepando
enredaderas rojas
en tu búsqueda siempre
Navego en el sereno canto
de un oboe
que anuncia estremecido
el esplendor de un atardecer
Me lleva el vuelo del viento
hacia el asombro de los naranjos
y me pierdo
en el infinito
de tus ojos claros
para siempre
ardiendo
Ignacio Giancaspro-
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