Poemas

Yo tuve una vez una casa

Yo tuve una vez una casa

–que no era este sepulcro–

donde faltaban muchas cosas

menos el sol en las ventanas

con paredes muy blancas

–que no son estas paredes–

y una mesa de pino donde pasaba las horas.

Tenía la mirada más viva y el gesto sereno

y un aire distraído

por eso de andar en sueños

tenía manos que hallaban manos

tenía ojos que me miraban

tenía olor a jazmín y a besos

y enredaderas en mis ventanas.

Tenía un perro negro

–que es este perro que ya no es el mismo–

y una cama quejosa de la cual renacía

–y que no es esta cama–

en ella podía descansar

entre sus sábanas limpias

o arrugarlas de amor

cuando el amor me llamaba

podía llorar y que hubiera consuelo

podía reír y reír hasta el alma

podía arrancar caricias y sembrar estrellas

o dormirme manso a soñar el hijo.

Yo tuve una vez una casa

–que es esta casa–

y que se murió sin decirme nada

que se fue llenando de sombras y recuerdos

de voces sin cuerpos

de pena y nostalgia

solo yo quede con vida

–yo que no soy yo–

sino una plegaria.

 

Armando de Magdalena-

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