La gran nevada en Madrid
ilumina cirios de aldea.
Hechizo desconocido
en rincones de Castilla.
Tiempos
en torbellinos de aventuras
que, en alado declive,
rondan el fasto de células,
recuerdan días
blancos de mi infancia.
Ahora, veo un país
de grandes pisadas,
paciencia infinita
de lágrimas a risas,
atravesado
por emigrantes,
arrastrando
utensilios de pasión y cólera.
Lejano bramido,
sangre viva
en trajes de lentejuelas marinas,
para amantes
de pasado incomprensible.
Seres efímeros
y, sin embargo,
eternos.
Jaime Icho Kozak-