Enredado como un insecto
en una pequeña telaraña
tejida con amor de viuda negra,
ella me atrapó y se toma su tiempo
para desayunarme,
esta noche no va ser,
ella no tiene hambre,
yo desvelado y encantado
me abrigo con sus cortinas de seda,
estoy en la desórbita de sus ojos
desordenados como papeles
de una oficina abandonada,
hago vibrar su red
y sabe que me tiene,
deja que me revuelque
y tira la soga de a ratos
y aprieta un poco más,
mi carótida es un carozo
de durazno sangrando,
fruto de jugo coagulado,
difícil de tragar
enredado.
Martín Ojeda-