Siempre

“Otro día cualquiera. Entre la multitud de la gente, intento luchar por buscar un asiento
libre. Diviso rápidamente un vacío y me dirijo hacia allí. Mientras el metro se mueve,
busco equilibrio y camino hacia mi destino. Estoy a punto de sentarme cuando me
doy cuenta de algo: la persona que está sentada al lado de mi asiento, él.
Rápidamente contengo la respiración. Como de costumbre, él no se da cuenta de que
estoy allí, tiene la mirada fija en algo que, a mi suponer, lo tiene encantado; el suelo
del vagón. Cuidadosamente dejo mi mochila en el lugar de mayor fascinación para el
chico y, esperando un saludo, vuelvo a caer en lo mismo de siempre. Tensa, miro
hacia todos lados, aunque nada de lo que veo me interese. No estoy pensando en
nada, ni en las cosas que siempre me llaman la atención; la extraña mezcla de olores
que te echa para atrás, la expresión de cansada que lleva la señora de enfrente,
aunque sean las ocho y se acabe de levantar, ni tampoco escucho la conversación
que mantienen los dos amigos que charlan animadamente agarrados a la barra para
no caerse.
Deslizo lentamente la vista hacia él, con las manos en mi pelo, como siempre que me
invaden los nervios. Por fin me mira. Y lo hace a los ojos. Y muy profundamente, su
castaña mirada me debilita. Una leve expresión de sorpresa, una sonrisa… y un
simple y risueño “hola”, que hace que mi corazón esté a punto de sobrevolar todo el
vagón del metro.

Irene P. -