La vida es como un océano
de inmensurable belleza,
a veces encrespada dando lucha
y otras en calma, en plenitud.
Somos audaces, aventureros,
creemos saber todo con lujo de detalles.
A veces nos golpeamos hasta herirnos,
Quedando vacíos, y sin timón.
Por eso el mar sin puerto
nos representa la búsqueda,
querer encontrar la tabla de salvación
y, mitigar nuestra angustia.
Cuando logramos contemplar el horizonte
se nos nubla la vista, la mirada se pierde.
Somos náufragos de nuestro propio destino,
las ganas de vivir, de hallar solución
se nos hace cada vez más difícil.
Los años nos dan experiencia,
la madurez nos hace cautos,
el ímpetu de la juventud
se ha perdido en el camino.
Las aguas son cada vez más profundas,
ya no distinguimos la orilla,
nos vamos alejando, dejándonos llevar,
ya la ilusión y los proyectos
han pasado a segundo lugar.
Solo navegamos desviándonos del presente,
ya no importa si estamos lejos o cerca.
El agua nos arrastra corriente adentro,
el margen de vencer el peligro no se divisa.
se extinguieron las ansias de vivir,
a nuestro alrededor
solo mar,
testigo de la soledad que nos invade.
María Elena Herold-