Poemas

Navegando la utopía

Expulsados, llegamos a Escocia.
Alli la hijita chilena tuvo su primera navidad blanca.
Yo lloraba por adentro cuando le decía a Yanina
que los ‘crackers’ con juguetes y sombreros del arbolito,
los habría visto también Lenin, quien llegado al río Clyde
recorrió este mismo camino hacia los astilleros de Glasgow.
El hijo aun no nacido pateaba que quería ser argentino.
Tomás el escocés llegó sano y salvo. Rompiendo la desolación del destierro.
Testigo y victima es de tanto desarraigo.
Mucho después, fue en una tarde como esta. Con cien trinos,
extraña tarde/noche inglesa de verano, cuando ya sola,
perdida en Londres, divisé una arboleda.
Era Argentina, adonde crecí, allá en el campo.
Y luego vi esos escudos rojos
que se parecían a las banderas rojinegras
que avivaron mis sueños milenarios.
Fue entonces que pensé otra vez
en la sangre de Tania embarazada,
cruzando el río… el río de Bolivia
que jugaba burbujas sobre sus pieles bravas
y la vi caer de nuevo, acribillada.
Sentí esa tarde que me subía al barco con mi abuela
allá en Piamonte, más de cien años atrás.
Y recorríamos juntas el golfo dejando atrás Rapallo,
navegando hacia Argentina. A mi abuela arribada, le vendieron un tranvía.
¿Qué entendería ella cuando le abrió la puerta a los ladrones?
¿Todavía no sabría el cuento del tío en castellano? ¿Solo italiano?
Ahora soy yo la que atiendo la puerta y escucho pero no entiendo
cuando me hacen el cuento del tío en otro idioma extraño.
La imagino en su semana final, muy joven
cuando su corazón estalló en pedazos
con el incendio los tres destilerías de Campana.
Ciudad del Río Paraná adonde buscó otra patria.
Por eso, cuando murió mi madre
en sueños me embarqué de vuelta hacia el Piamonte.
¿Murmuraría allí su corazón? Vehemente flor adormecida, locos amarillos
y azulados trineos acuáticos barrenando como martinetes
la estela burbujeante de ese barco que dejaba atrás las grúas de La Boca.
Lejano se escuchaba el llanto de un urutaú.
Llora llora urutaú. Ya no existe esa Argentina
donde nací como tú. Llora llora urutaú.
En el exilio hay ausencias. Soledades. Pérdidas.
Pero dicen que allá hay tambores que truenan
porque se sienten pueblo, que otros Ches y muchas Tanias se levantan.
Que Víctor Toro se monta a una estatua en el Bronx,
y grita ‘Viva Chile’, antes de que lo pongan preso.
Porque en Chile hay mapuches que están en huelga de hambre
y setecientos estudiantes secundarios que están presos,
aunque gobierna una mujer de izquierda.
Creían que iba a escribir la nueva historia. Pero se la tragó el sistema.

Mientras, la nieve andina se va tornando rojo-verde oliva, rugen los volcanes,
y surgen miles de fogatas blancas. Tómate de mi mano.
Adonde cayó la sangre germinará la tierra.
Y vendrá otra vida con un pedazo de pan bajo su brazo.
Con este verso yo te canto, porque te vas
sin destino y sin vuelta. Cuando llegues, si llegas,
lucharás por ser alguien. Y estaré para tenderte los brazos.

Marta Zabaleta© 1973/2006/2015

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