Solo, en la penumbra,
el sobreviviente del mar
tiende su planicie verde
sobre la larga pétrea
y descansa.
Cómodo en el muro
instala sus vegetaciones
de orden
y constancia
y como el antiguo reptil
que lo horadaba,
ama la húmeda
colonia de la sombra.
En espera silente,
busca en el cielo
el ángel de la lluvia
y su médula seca, entonces,
bebe el diminuto manantial
pasivamente
Es bueno sentir
su presencia
compañía de la calma
y el silencio.
Pisadas ausentes, a veces
lastiman ese pequeño, gran mundo
esparcido
o un caballo, también,
roza la frágil, fina capa
de verde, verde musgo
¿Hay lágrimas,
en los pequeños filidios?
Todos hemos pisado,
alguna vez,
el tendido musgo,
nuestra calma.
Amalia Mercedes Abaria-