Poemas

Una hora de trabajo

Desde la mañana todas conversan en sus asientos

la pirueta acaba con las manos muertas

y aparece algo revuelto

en las mesas donde no despiertan los títulos.

Las comidas son exquisitas el día anterior

no hay pérdida en las palabras cuando el almuerzo

penas llega a dos opciones.

Una va se sienta en la entrada de la puerta

responde las llamas con el rostro desvelado

no pregunta por aquél que entra sin saber quién es.

 

Casi es mediodía, sentadas en las sillas

cada una conversa de lo mismo

Y lo mismo es la vuelta que recorta

el papel donde escriben lo mismo.

 

Ahora quitan con envidia las piezas íntimas

a Rosa la que pasa por la calle y no saluda.

Es de tarde y cada una recoge en su bolso. Nada

Guardan en las gavetas la nada disuelta en nada

en espera de los cinco minutos restantes para

salir de la puerta que tan alta no respetan

la falta de tenerlas atadas todo el día

sin hacer de ella masiva bienvenida.

 

Al día siguiente, cada una se sienta

en la misma silla, se vuelven fieras

porque no dijeron que era la entrada

más temprano

y más adelante lo días que siguen y siguen

hay una hora más para estirar los brazos.

 

Anabel Vera Suárez-

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