Antes de la disolución
los pájaros tardíos
buscan los últimos
destellos de la luz.
Destellos bruscos
en sus ojos voraces
como hojas que tiemblan.
Pero yo solo miro.
Y espero.
El hombre sentado enfrente
también espera.
Quiere ver más allá
de los cerros,
el último fuego hacia el naranja
no el triste agobio de sus piernas.
Y esta sustancia en cauce a lo nocturno
tan cercano ahora.
No hay viento
y los árboles, las casas, los límites
de los cuerpos, nuestros recuerdos,
todo se disipa.
El presente cae
desde la antorcha oscura.
Y el hombre busca, arriba,
el primer ojo de la noche.
Amalia Mercedes Abaria