Estaba triste la casa porque no tenía jardín,
el jardín que le adornaba lo habían dejado morir.
Yo conocí la casa con parras en la puerta,
un colgadiza grande, donde dormía la siesta.
Había un lindo magnolio,
madroños de jardín,
rosales y geranios
y un hermoso jazmín.
Tenía un pozo muy hondo,
una pila de piedra,
una piedra muy llana
para lavar en ella.
Una cocina grande
con leña y con carbón,
donde se hacían las migas,
la olla y el arroz.
La casa estaba vacía,
húmeda y desconsolada,
las tejas ya estaban rotas
y el agua se le calaba.
Araceli Conde Romero-