El viento agita
su dolor y llanto
empuja el carruaje
de tristezas juntas,
allá en los caminos
de tantos lugares
quedan esparcidas
sin muchas preguntas.
La mágica lluvia
barre los pesares
de un sentir copioso
que ligados marchan.
El tic-tac marcando
las horas que avanzan
sus ecos resuenan
en paredes blancas.
La trémula llama
que alumbra la sala
consume en silencio
la cuerda que arde
de una “vieja lámpara”.
Néver Cavigliasso-